EL HOMBRE HISTÉRICO
Sí, existen.
Y no me vengan con la pavada de que Freud estudió la histeria únicamente en las mujeres, porque, si bien es así, otros psicoanalistas se encargaron de investigar qué pasaba en los hombres y prefirieron llamar a este síntoma en los varones
conflicto fóbico ante el compromiso. Porque no estamos hablando del que te tira los galgos por MSN y después nunca concreta nada. O el que te pide el teléfono en un boliche y después no te llama. No. Estamos hablando de aquellos hombres que tienen terror a perder la identidad varonil en una relación de pareja.
Son aquellos que cuentan con el chamuyo como herramienta principal de trabajo. La decoran aparentando un perfil romántico y seductor. Son capaces de enamorarse y jurarte amor eterno... pero sólo por un día, una semana o un par de meses. Simplemente porque su placer está en la conquista. Una vez que te tienen
ahí, comiendo de su mano, desaparecen. Pueden poner una excusa razonable o no decir nada. Y pasado un tiempo, cuando vos ya te olvidaste, vuelven con frases como:
¿Te olvidaste de mí? ¿Ya no te gusto? Pero, cómo... ¿no era genial lo nuestro?
Atención! Estos hombres son seres muy complejos: el mismo personaje que en un momento no puede separarse de aquella a la que dice amar, al día siguiente es capaz de poner una distancia sideral. Van y vienen como las olas del mar, y en el momento de la huída, el histérico se vuelve extraño, hostil, descontrolado, impreciso, mentiroso, ausente. No atiende llamadas. Es momento que entendamos que esto pasa porque seguramente se le cruzó en su camino otra mujer a quien seducir.
Son emocionalmente inmaduros y eso es lo que los lleva a tener reacciones emotivas irracionales. Dramatizan todo el tiempo, tienen una conducta muy histriónica digna de un Oscar, por lo que necesitan de todo un auditorio. Capturan al otro, lo atrapan dentro de su trama. Pero ojo: no cualquiera se engancha con un histérico. Admitamos que tiene que haber del otro lado una mujer que se conmueva y/o goce con esas situaciones.
Además, los histéricos pretenden mostrarse como hipersexuales, cuando en realidad son unos grandes reprimidos sexuales. Distorsionan las percepciones, a nivel de que si algo los angustia, lo dan vuelta en su mente para que no los afecte. Y cuidado: porque otro rasgo de los histéricos es la mentira.
Son constantes insatisfechos, nada les viene bien. Y como no tienen completamente asumida su masculinidad, no hay tampoco ninguna mujer que les venga bien. Los histéricos no asumen las relaciones porque temen madurar, les cuesta asumir la adultez.
Son expertos en las técnicas que permiten poner distancia. Al principio se muestran abrumadoramente seductores y aparentan ser estrellas de la sexualidad. Cuando empiezan a sentirse atrapados o encerrados, se apartan sexualmente, utilizando al sexo como un modo de controlar la distancia. Restringen su actividad sexual, manifiestan insatisfacción en todo lo que su pareja les propone, y comienzan a practicar la infidelidad. Por eso es que las víctimas de la histeria padecen un claro sentimiento de malestar e injusticia. Lógico. A nadie le gusta sentirse seducido y abandonado.
Lo cierto es, que un histérico no puede tener el menor éxito si no le dan el espacio para actuar. Cualquiera puede tratar de estafar, mentir amor o jurar eterna fidelidad, pero no engancha a todo el mundo. Por eso, amiga lectora yo te aconsejo: ojo! No todo lo que brilla es oro! A todas nos encanta que nos seduzcan, pero intentemos en esos momentos saber reconocer qué cosas son reales y cuáles no. El histérico siempre lastima.
Siempre. Y no está bueno. Cuidémonos. No hay que darles lugar. Que se vayan con su chamuyo a otra parte.
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