miércoles, octubre 27, 2004

PLAYBACK

¿Vieron esa escena de la película "Infidelidad" (la de Richard Gere), donde Connie (Diane Lane), la esposa infiel, está volviendo en el tren después de su primer encuentro sexual con su amante, y va recordando parte por parte y detalle por detalle cómo fue ese momento, y se va sonrojando, y se ríe, etc...? Bueno, las mujeres somos así. Esa escena nos representa por completo.
Suele suceder, que los días subsiguientes a una buena y agitada noche con un muchacho, usemos nuestra super memoria para recordar con la cronología perfecta todo lo que fue pasando. Momento a momento. Segundo a segundo. Cada beso, cada mirada, cada caricia. Cómo nos fuimos desvistiendo, qué posiciones adoptamos. Qué palabras nos dedicaron. Todo.
Y en general, los lugares elegidos para esta actividad, son aquellos donde pasamos tiempos muertos, es decir: en el subte, en el tren, en el bondi, en la cola del banco, en la sala de espera del consultorio de un médico. Recordamos, rememoramos, resentimos y sí: nos sonrojamos, nos reímos, nos colgamos.
Así que, ya saben, caballeros: esfuércense. Hagan nuestras noches memorables. Les aseguro que el resultado no es solamente haber pasado ese buen momento. A nosotras nos sirve para seguir fantaseando y recordándolo un buen rato más. Y a veces hasta nos impulsa a volver a llamarlos. Ya sea para repetir o porque de tanto pensarlos, se nos ocurrieron "cositas nuevas" para hacerles la próxima vez.

|



sábado, octubre 23, 2004

Over Myself

Las mujeres se dividen en dos grupos:

1- las que se masturban seguido
2- las que no se masturban seguido
3- las que lo hacen pero dicen que no, que jamás.

Concentremosnos en el grupo uno, con la esperanza de que al grupo dos esto le sirva de inspiración. El grupo tres no cuenta, maduren.

Veamos. Las mujeres que se masturban seguido, tienen mayores posibilidades de conocer su cuerpo y marcar caminos que convertirán a cualquier amante de ocación en un latin lover experto. Al margen de que esos orgasmos silenciosos son, en sí mismos, disfrutables. Pero, más allá de eso, hablando mal y pronto, una buena paja baja la ansiedad de cualquier mortal, lo cual podría ser beneficioso para tareas tan disímiles como cumplir con la dieta, conciliar el sueño, seguir estudiando para un parcial y demás.

Claro que, para masturbarse, una mujer no necesariamente tiene que recurrir a los mismos estímulos que los hombres. Por ejemplo, es sabido que lo que más excita a cualquier damisela es una situación bien planteada, un recuerdo muy presente, una secuencia sonora, un leve jadeo en la oreja. Y es ahí donde una puede descubrir ciertos retorcidos deseos ocultos que no admitiría en la ronda de mates familiar.

Convengamos que masturbarse es una actividad que comporta una serie de ventajas aleatorias que van más allá del acto sexual. Sin embargo, de ninguna manera eso reemplaza al encuentro sexual entre dos o más personas. Así como tener un blog no reemplaza las relaciones mano a mano, perdón, cara a cara.

Hay más, aún ese muchacho remolón proveniente de buena familia, podría convertirse en una bestia desesperada si le hacemos un relato detallado, durante la cena en un romántico restaurante, de nuestra última experiencia solitaria en la ducha del baño. O, ¿por qué no? la reacreación en vivo, en la cama de un lugar más cómodo.

Chicas, haganlo en sus casas. No daña.

|



miércoles, octubre 20, 2004

METROSEXUALES (Primera Parte)

A pedido de nuestro lector Nohorbee, voy a desarrollar un poco el tema tan de moda actualmente que concierne a los metrosexuales.

Primeramente les cuento que el creador del término metrosexual fue Mark Simpson, un inglés que escribe para el diario "The Independent". Con él se define a los hombres jóvenes, de billetera y cuentas bancarias importantes, que viven en las grandes metrópolis (por eso lo de metrosexuales), y que se preocupan por aspectos que hasta hace unos años eran únicamente características propias de las mujeres, como: la moda, los accesorios, los tratamientos de belleza y la apariencia física en general.
Estos muchachos están muy pendientes de cuidar su estilo, lo cual no indica necesariamente que en la cama decidan tocarse con otros nenes, sino que deben saber que los metrosexuales bien pueden ser gays como también heterosexuales o bisexuales.
También se dice que suelen tener como modelos de culto a famosos, pero que su adoración por ellos pasa simplemente por el especial cuidado en el aspecto físico que estas estrellas ponen en sí mismos.

Bien. Explicada la parte teórica, pasemos a lo práctico.
Como en este blog la vamos de frente, debo decir que dos de las posteadoras de Bendito tú eres han confesado haber salido con metrosexuales.
Una de ellas es la señorita Lady Cats, quien oportunamente contará su experiencia en este mismo espacio.
La otra (claro!), soy yo. Salí durante dos años con un metrosexual asumido. Este personaje de 26 años de edad, nativo también del selecto barrio de Belgrano (más precisamente: zona bajo Belgrano, también conocida como Barrio River) e hijo de señor de mucha plata que trabaja en una importante compañía petroquímica, idolatra a personajes de la talla de David Beckham y Ricardo Piñeiro, y hasta se dedica a copiarles cortes de pelo, indumentaria y actitudes. Durante los doce meses del año luce un bronceado caribeño producto de sus sesiones semanales en la cama solar. Viste indumentaria de marcas como Puma, Adidas, Bensimon, Old Bridge y Levi's, acompañado siempre del último modelo de zapatillas o, si es verano, las Havaianas perfectamente combinadas con el color de ropa. Escucha música electrónica, está siempre en los lugares de moda y maneja autos último modelo, obviamente llevando a todos los rincones a los que va su celular plateadito y mini. Se corta el pelo en Cerini y (créanme) lo he visto hacerse baños de crema todas las semanas y reflejos rubios todos los meses!
Si me preguntan qué impresión te deja como mujer haber salido con un metrosexual, puedo decirles que por momentos te puede levantar mucho la autoestima (ya que si vas a algún lugar, en general las mujeres lo miran mucho y lo codician, nunca pasa desapercibido) pero que también es un arma de doble filo que puede bajarte la autoestima hasta el subsuelo (especialmente cuando él es el que te pregunta cosas como "¿¡Qué te pusiste!?", te hace notar que algún mínimo detalle no te combina, o te dice que es hora de que vayas a comprarte ropa nueva y te actualices porque esos no son los colores de moda de esta temporada). Especialmente exasperante es tener que esperar a que sea ÉL el que termine de arreglarse para salir, porque vos ya hiciste más rápido en vestirte, calzarte, peinarte y maquillarte. Pero también es muy gracioso escuchar que un hombre sepa más de moda y tendencias que vos y todas tus amigas juntas, y es muy divertido pedirle que te acompañe a comprar ropa o a cortarte el pelo, ya que tiene muy buen gusto y sabe asesorarte mejor que nadie. Además es super sincero, y si algo realmente no te queda bien, te lo dice.
Como conclusión final, debo decir que me gustan los hombres que cuidan su apariencia, pero no en este nivel de exageración. Prefiero al hombre que sabe halagar (el metrosexual en general va a buscarte el defecto para criticártelo). Prefiero al hombre con características más de macho, al que le gustan cosas como la mecánica, y no a uno que no quiere tocar ni una pinza porque es un obsesivo de la limpieza y teme ensuciarse su ropita. Para estar con una nenita, me quedo conmigo misma, o llamo a alguna de mis amigas. Para estar con un hombre (con todas las letras y todas las características!), les aseguro que no lo llamo al metro.

Fuente (teórica): acá.

|



martes, octubre 12, 2004

Condimentando...

Come on, babies, light my fire. Hacé que me prenda, es una orden. Regalame sorpresas de colores. Estimulá mis sentidos. Cumplí tu función. Mentime si hace falta. Obligame a desearte, a imaginarte. De a poquito, acercate. Erizame. Inspirá en siete tiempos y dejame escuchar. Buscá mi nariz, regalame olfato. Subí la música. Sí, bueno, las pulsaciones también. Bailás? Dale, no seas tímido... Te invito a sentirte en una película: habitación de selva, mesada de restaurant, ascensor trabado en el entrepiso... Elegí. Y dale, besame. Des- cubríme. Encendeme, volvete irresistible. Susurrame ?emes?, sentime el gusto. Pecá. Peca. Inolvidable peca bien ubicada. Haceme temblar, hacé que te recuerde. Y esperame... Dale, si vos podés. ¿Más? Más... Y respiración... Atractiva y morena respiración.

Bien, ahora vos. Dale, que ya viste mucho. Prendete. Pensabas que me había cansado? No, no. ¿Lo despertamos? A ver, traéme el condimento. Sí, esa caja de besos frutales... Vamos.. frente, muaks, nariz, muaks, labios, muaks, cuello, muaks, pecho, muaks, panza, muaks, ombligo, muaks... Sí, sí, después me quedo, ahora esperá que se ponen celosos... muslos, muaks, rodillas, muaks, gemelos, muaks y rubios pies que continúan en dedos, piernas, ombligo, cuello y cara morochos.... Distintos, y sin embargo regalando sensaciones tan iguales. Temblamos? Dale. No, ya sé, rubio, que no querés mirar más. Vení, dale, los dos... no vamos a hacer diferencia...

|



jueves, octubre 07, 2004

EL JUEGO

"Quiero jugar con vos", te decía. Y vos ya sabías a qué me estaba refiriendo. También sabías que yo no era la única que jugaba, ya que siempre te dejaba jugar conmigo, a esto, que no tiene reglas y que algunos se empecinan en llamar Sexo.
El reglamento se trazaba en el momento.
La regla número uno era que quien comenzaba el juego era quien podía, justamente, delinear las reglas. Y todo podía empezar de una manera y luego cambiar a otra. Entonces la cosa era simplemente así: si yo arrancaba, yo guiaba. Si vos me ganabas de mano, yo me dejaba hacer. Y otras veces decretábamos la anarquía total y nos rebelábamos inclusive contra la regla número uno.
La regla de oro era la regla del límite. Sabíamos que el límite era el dolor o el riesgo físico, tanto propio como del otro. Todo estaba permitido siempre y cuando no lastimara.
Y te dejé jugar. Y me dejaste jugar.
A veces comenzabas alzándome por los aires y yo tenía que hacer de cuenta que no me gustaba y gritarte que me bajaras, mientras aprovechaba las alturas para probar una nueva óptica.
Jugué a hacerme la dormida solamente para que despertaras una catarata de sensaciones en mi cuerpo relajado y me arrancaras la primera sonrisa del día.
Jugué a seducirte pura y exclusivamente con el poder de la mirada. Tan sólo eso: mirarnos. A los ojos. Al cuerpo. Al alma. Mirar y no tocar. Tan intensamente que te hacía morir en una lucha interior donde el tacto se desesperaba por actuar, pero a la vez la vista compensaba todo sentido inhabilitado.
Jugué a descubrir centímetro a centímetro el sabor de cada rincón de tu piel. Y algunos lugares eran tan deliciosos que me hicieron quedar un largo rato saboreándote en una fusión perfecta de besos y mordiscos.
Jugué a ser inocente. Y a ser culpable. Y jugamos a que me dictabas sentencia y me hacías cumplir una condena.
Jugué a ser mala. Y algunas veces dejaba que me castigaras por mis maldades. Pero otras veces no. Otras veces te maltraté tanto que tus "basta por favor" cargados de excitación retumbaron en las paredes de la habitación.
Jugamos a ser desconocidos y te permití seducirme como si fueras un perfecto extraño. Irresistible. Desplegabas todas tus técnicas y habilidades, y recobrabas un brillo sensual que nunca perdiste.
Jugué a ser pequeña e inexperta. Te gustaba adoptar el rol docente y así era como en reiteradas lecciones me enseñabas posiciones, lugares, sensaciones, puntos de placer. Yo hacía la tarea prolijamente y luego vos te sentías orgulloso de ver cómo la alumna superaba al maestro.
Jugamos a hablar y contarnos paso a paso cada sensación que nos provocábamos, intentando ser lo más exhaustivos y precisos en las descripciones. Nos dimos cuenta del poder que tienen ciertas palabras dichas de la manera y en el momento indicados. Pero otras veces jugamos a callar y a intentar contener nuestra voz desde el principio hasta el final.
Jugaste a usar mi cuerpo como plato para tu postre. Usamos nuestros dedos de cubiertos. O nada. O las manos. O las lenguas.
Y en cada juego te mostré cómo ciertas partes de mi cuerpo encastraban a la perfección con el tuyo. Y probamos ese encastre, una y otra vez. Era asombroso. Perfectas piezas de un puzzle talladas en dos cuerpos: el tuyo y el mío.
En estos juegos no había perdedores. Sí existían los puntajes y los marcadores, pero no se trataba de competir por ver quién sumaba más. Inclusive muchas veces la gracia misma del juego era intentar hacerle sumar más puntos al otro.
Sabíamos que los dos ganábamos. Siempre.
El premio era el placer, el amor, el goce, el cansancio feliz, las sábanas revueltas, la ropa tirada por el piso, los pelos desordenados, el sudor compartido, los jadeos, los gemidos, y sobre todo: el momento único, privado e irrepetible que compartíamos vos y yo.

|



viernes, octubre 01, 2004

PEGAME Y DECIME MARTA

Autor




"Di por sentado que todo debe ceder ante mí, que el universo entero tenía que estar al servicio de mis caprichos, y que yo poseía el derecho de satisfacerlos a voluntad"

Marqués De Sade


Quien no ha escuchado hablar del Sadomasoquismo, estoy segura que varios de acá lo habrán practicado. Para aquellos que no lo saben el Sádico teóricamente es quien disfruta procurando dolor, humillación al otro, castigándolo; su nombre viene del Marqués de Sade, un famoso escritor que ha horrorizado a varios con el relato de su prácticas.

En un principio el hombre era el único dominador, la mujer siempre fue considera sumisa en todos los aspectos del sexo; dejando al hombre al mando de la situación. Pero la liberación de la mujer también fue sexual permitiéndole hablar de sexo y empezar a disfrutar, jugar e investigar. Se descubrió que el hombre poderoso en la cama prefiere ser dominado, y aquel que en su vida real es "basureado" busca dominar y tener el control.
Durante años estas prácticas han sido consideradas perversas, enfermizas y discriminadas por cientos de personas que como ustedes las practican en menor medida.
En una pareja normal, hay una cierta dosis en ambos de servidumbre sexual. Hay parejas que hacen el amor como nunca después de una pelea o de insultarse. Hay quienes en la pasión se exceden con chupones, mordiscos y rasguños.
Los juegos masoquistas fueron transformados, alivianados si se quiere, y se pueden encontrar en todas las relaciones sexuales. Se practican juegos como atar a un compañero a la cama, vendarle los ojos, muchos compran ropa de cuero para sus parejas otros implementan las cosquillas o esa especie de "culto" a los dedos de los pies. Las opciones son varias y van en aumento. Al estar muy ligado al fetichismo, los sex-shops venden cadenas, látigos, máscaras, esposas metálicas, pinzas para pezones, mordazas... Y no son para monstruos sino para pequeñas fantasías de pareja.
NADIE se queda afuera. Dominar, ser dominado, si no se ejerce cruelmente es lo real, es un juego que a todos nos atrapa alternativamente en pequeñas dosis.
Con palabras, con actitudes, con gestos, con objetos o quizás tan solo con miradas... uno siempre cae en el poder de la dominación. Y experimentarlo con intensidad nos puede llevar a sentir sensaciones nunca vividas

Quien no ha pensado más de una vez, al ver a una persona del sexo opuesto "Vení y haceme lo que quieras!!!!"

|



Bendiciendo:

Maga
~Naty~
¨ce_

 

  • septiembre 2004
  • octubre 2004
  • noviembre 2004
  • diciembre 2004
  • enero 2005
  • febrero 2005
  • marzo 2005
  • abril 2005
  • mayo 2005
  • junio 2005
  • julio 2005
  • agosto 2005
  • septiembre 2005
  • octubre 2005
  • noviembre 2005
  • diciembre 2005
  • enero 2006
  • febrero 2006
  • marzo 2006
  • julio 2006
  • agosto 2006
  • septiembre 2006
  • octubre 2006
  • noviembre 2006
  • diciembre 2006
  • Current Posts
  • Contacto

    Blogger


    -----------------------------------------------